Abro mis ojos,
te veo, boca semiabierta, ojos cerrados, te acaricio. Me muevo a una posición
fetal más cómoda para conciliar el sueño y tu brazo acompaña este baile, me abrazás. En tus brazos yo siento que voy a vomitar algún tipo
de animal mítico lleno de arco iris y eso me repugna. En tus brazos, a la vez, agradezco estar. En
esta cama, en la que he vivido un par de sueños más, me gusta estar. Pero nadie
puede ayudarme a comprender toda esta encrucijada que se arma en el medio de
los dos, que estamos abrazados pero a la vez tan distantes.